El Tiempo 30-06-2019
Economía.
Aumenta el área, y cultivadores señalan que son mas productivos que la competencia internacional y podrían sustituir las importaciones.
El algodón quiere volver a brotar en los campos colombianos y si bien está lejos delas cifras de los años 70, en el 2019 se tiene la meta de duplicar la cosecha frente a la del año pasado, que fue de 10.300 hectáreas, según el ministro de Agricultura, Andrés Valencia.
Ni siquiera fue el tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos que lleva 7 años de vigencia el que encogió el camino del algodón en el país, casi al borde de acabarlo. El cultivo, que fue el segundo de mayor exportación después del café, empezó a menguar mucho antes, en los 90, cuando se inició la apertura económica y se estableció un arancel de (0) a las importaciones, lo que años más tarde motivó un Conpes de precios mínimos de garantía por tonelada para paliar el efecto, que ya estaba causando estragos. «En 2015, cuando concluyó el Conpes, todavía quedaban 3.000 algodoneros. Hoy hay menos de 1.000, pero muchos agricultores revesan el retomo», indica César Pardo, presidente de Conalgodón.
Para el ministro, la reactivación es un hecho con medidas como la ‘agricultura por contrato, que garantiza que aquel que coseche venda. Así, en el cuatrienio se aspira a 50.000 hectáreas, lo que aún serla solo el 17 por ciento de lo que se cultivaba en los 70: «300.000 hectáreas en el Caribe y los Llanos, y 100.000 más en el interior (Valle, Tolima y Huila)», dice Jairo Palma, cultivador desde hacen varias décadas.
Otras circunstancias, en esa misma época, llevaron al colapso. Los capitales del narcotráfico invadieron la economía, y la tierra se empezó a utilizar más en ganadería que en agricultura.
Sin contar los fuertes fenómenos climáticos, que en los años 80 malograron las cosechas. Pero ahora, «el costo de producción es bastante competitivo, el precio no está en malas condiciones, en el 2018 fue de 5’400.000 pesos por tonelada», dice el ministro.
En el país se necesitan 45.000 toneladas este año, y con las estrategias previstas para el cuatrienio, «estamos en posibilidades de sustituir las importaciones», indicó Valencia.
El impacto en el empleo se dará en los cultivos de recolección manual, que ya son pocos, pero en los mecanizados hay otras ganancias en productividad: menor tiempo y menos gasto en mano de obra. Pero Valencia dice que “aspiraría a que aumente el empleo», en especial en los eslabones distintos al de la cosecha, como la producción de fibras, el hilado y los tejidos de algodón, hasta la textilería y confección. «La cadena está partida. El 75 por ciento de la industria nacional importa hilo, y se hace acá la tela. Eso hay que recomponerlo. Es el momento de hacer hilos acá”, expresa Palma.
Para el resurgir del algodón se establecieron líneas de crédito “a toda máquina’, lideradas por Finagro, con el fin de entregar unos 250.000 millones de pesos a productores rurales para que modernicen sus negocios. Pero Palma no percibe la eficiencia en crédito. «El Banco Agrario no nos ha funcionado, y Finagro solo les presta a ciertos sectores»..
Aun así en general, por el lado de los algodoneros reina el optimismo. “Con 70 dólares la libra y una tasa de cambio en 3000 pesos, tiene que ser rentable. La recuperación es real pero lenta”, dice el líder del gremio algodonero. Y palma advierte sobre algunos desafíos que se deben superar. “El 70 por ciento de los productores no somos propietarios de tierras”.
Otra ficha a favor es que la productividad en el país es más alta que la mundial y que la de Estados Unidos. “La mayor productividad es por las variedades de algodón y manejo del cultivo. Acá producimos 940 kilos de fibra por hectárea y Estados Unidos, 800 kilos. Entre cultivos de ciclo corto, uno de los de mayor futuro es el algodón», señala Pardo. Otro dilema es el de la semilla, que hoy se importa porque sus características agregadas (transgénica) reducen a la mitad del costo de producción y bajan el riesgo de daño de la cosecha; con menos aplicaciones de herbicidas y menor control de maleza, ha sido creada en Colombia por Agrosavia, brazo investigativo del ICA. «Es adaptada al medio colombiano», dice Palma, cuya expectativa es que la productividad pase de 900 a 1.200 kilos de fibra por hectárea.
Por su parte, Pardo agrega: «Hoy no pedimos subsidios sino apoyo a la mecanización y una semilla con precio menor, para reducir costos. Agrosavia ganó un proceso a Monsanto y produce una semilla transgénica, pero no la ha podido comercializar». «El algodón puede revivir. Tenemos la legislación, el conocimiento, la asociatividad. Podríamos producir hasta 150.000 hectáreas, sin importar nada, basándonos en una economía de mercado. Solo se requiere la confianza», concluye el sembrador.